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Diario ANÓNIMO,

Miércoles

Estudiar en verano me provoca una fuerte sensación entrañable y poética. Me gusta estar con mis papeles bajo el flexo, con la ventana abierta por el calor y sin camiseta, escuchando cuando ya es de noche los sonidos de verano en la ciudad. Es una experiencia agradable y solitaria que no se disipa con la costumbre y que no puedo explicar. Parece una reminiscencia, como si ello evocase una etapa feliz de mi infancia dejándome melancólico por el tiempo perdido. Sin embargo, no recuerdo nada.

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